miércoles, 10 de febrero de 2010

captores y castores

Me levanto. Me encuentro en mi normalidad de egomanía, un tanto egocéntrica y un cuanto excéntrica pensando a qué dedicaría el día que hoy acontece. En terminar de bordar la ropa interior en hilo rojo, que sólo utilizo para autorrecompensarme y autoagradarme un segundo en un descanso de la rotonda del desconcierto que conforma mi vida. Y dejar de mirar en el espejo, a ver si veo a través de él. El mundo que lo conforma, el mundo de infinitos disfraces, e infinitos desfases.
El mundo de René Magritte.
Y me propongo romper todo este ambiente enfermizo y rutinario. Salgo a la calle. Con intenciones.
Con intenciones de surcar las calles, vestida con ropas amplias e infinitamente dadá. Provocar una exclusión al mundo de mí.
Y que lo sepa.
O que no lo sepa.
Pararme en medio de la carretera, a respirar el tránsito. Cerrar los ojos sin miedo a una inminente muerte. Si esto quiero, quiero también ir a un bar y beber. Beber hasta extenuarme. Martini seco, o no. O no beber nada. Para levantarme otra vez y escribir una sola obra. Una sola obra que no trate de los evangelios apócrifos de mi propia y solitaria vida. Y seguir bebiendo, o no. En silencio. Sólo suena la melodía de mi pensamiento, que sólo es eso. Música. Y no tumultos abarrotados de ideas, deseos y proyectos que sólo se quedan en eso. O como triunfo, llegan a ser proyecciones en el mundo. Pasadas por el filtro de la realidad, y por lo tanto, dotadas de limitaciones, o lo que es lo mismo, sin su libertad. Con sus alas cortadas por las tijeras del perspectivismo.
El más estrecho de los abrazos a Dalí.
Que, como a mí, su mente debería agobiarle y atormentarle, como si de un esquijama prieto se tratase. Pero que a su vez reconforta, porque es una cama sin sábanas ni mantas. Como un animal al que se intenta salvar de una muerte segura y ataca. Paradoja.
Y sin ello, vida insípida.
Resignación a la soledad y a la extravagancia, conformando un vaivén ilícito de sensaciones. Exento de sentimientos. Exento de necesidades vanas, como perfumarse los pies, o correr en sentido antihorario.

2 comentarios:

  1. OOOHHH!!!
    El perspectivisme no talla les ales, al contrari, dóna ales, ens fa més lliures, crec jo.
    Si Dalí llegira aquest text... de segur que et pintaria un quadre (amb la faldeta rosa, per descomptat :)

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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